sexta-feira, 3 de agosto de 2012


Habilidades del terapeuta.
 


La intervención con las personas mayores presenta algunas características especiales en cuanto a la forma y contenidos de la misma. El terapeuta debe presentar algunas habilidades generales que se ven necesarias para el trabajo con cualquier tipo de población y otras específicas, especialmente recomendadas para el trabajo con personas mayores. Podemos resaltar los siguientes puntos:

a) La actitud de incondicionalidad y apoyo al paciente enmarca toda la actividad terapéutica. Si bien son actitudes siempre deseables en la terapia, con esta población se convierten en características indispensables, siempre matizando que este apoyo debe ser adaptativo y no debe convertirse en un comportamiento que aumente los sentimientos de inutilidad personal del paciente y la sensación de dependencia del terapeuta. Así, debe establecerse una buena relación empática y cálida con el paciente para que éste se sienta comprendido y no criticado y de esta forma pensar que realmente el terapeuta está interesado por su caso y puede ayudarle.

De esta manera se favorece que el paciente despeje las posibles dudas acerca de que el hecho de ir a terapia significa que puede ser internado por estar loco ya que estas ideas dificultan el acceso y el mantenimiento en el tratamiento psicológico y son frecuentes en esta población. Además, sin una genuina empatía no se podrá partir del paciente real que tenemos delante para llevar a cabo la construcción del proceso terapéutico.


b) El terapeuta debe presentar un modelo de comportamiento asertivo (no crítico ni sumiso) durante las sesiones, para que el paciente aumente su credibilidad respecto a la eficacia de las técnicas y aprecie opciones de respuesta a su problema.

El terapeuta no debe perder la paciencia ante una crítica o negativismo reiterados del paciente hacia la terapia o hacia las posibilidades de mejoría. Tampoco debe actuar de una forma sumisa, al no ser capaz de extinguir comportamientos de quejas reiteradas del paciente durante la sesión (muy frecuentes entre las personas mayores deprimidas, especialmente entre las mujeres), que pueden llegar, por constancia, a impedir el desarrollo de la terapia, ni debe permitir que sea únicamente el paciente quien controle las sesiones (el contenido de ellas, de qué tema se va a tratar, los ejercicios a realizar, etc.) por un déficit de asertividad en la dirección del proceso terapéutico.

El terapeuta no debe olvidar que su propio comportamiento en las sesiones es un modelo para el paciente. El paciente no sólo aprende de lo que el terapeuta dice, sino también, y de forma muy importante, de cómo éste actúa en la terapia.


c) El terapeuta debe presentar las habilidades instrumentales básicas de refuerzo para motivar al paciente en la realización de las tareas, o reforzar sus adelantos en la terapia, etc., transmitiéndole la idea de que él puede conseguir los objetivos que se vayan proponiendo en las sesiones. Los pacientes mayores, como el resto de los grupos de edad, responden bien a las habilidades de motivación y de refuerzo del terapeuta, especialmente en la depresión.


d) El terapeuta debe presentar habilidades pedagógicas guiadas siempre por una fina sensibilidad clínica, es decir, no olvidando que "lo pedagógico" está al servicio de lo clínico, a la hora de explicar las estrategias a utilizar, las fases de la terapia, la forma en que han de llevarse a cabo las tareas, etc. Asimismo, es recomendable que se manejen con agilidad y pedagogía los términos técnicos necesarios para explicar una estrategia, o una hipótesis de por la que el problema se perpetúa, ya que esto puede actuar como un factor motivador para el paciente.

Es deseable que se utilicen ágil y correctamente los términos técnicos para que esto no impida que el sujeto entienda claramente lo que se está expresando, ajustando siempre el lenguaje a las posibilidades de comprensión de la persona mayor, ya que el terapeuta puede fallar a la hora de tener en cuenta el nivel cultural del paciente y no ajustar sus explicaciones a este nivel.


e) El terapeuta debe disponer de las habilidades cognitivas (lógicas, de búsqueda de contradicciones, etc.) necesarias, en los casos de depresión, para ejercitar ciertas técnicas sofisticadas como la reestructuración cognitiva. Presentarlas con la implicación emocional necesaria para que éstas surtan el efecto deseado, como es el caso de la discusión de una idea irracional, en la práctica de la terapia racional emotiva.


f) El terapeuta debe sistematizar todo el proceso de intervención, preparar las sesiones por adelantado, tener objetivos claros a desarrollar en las mismas y negociar los contenidos de cada sesión al inicio de cada una con el paciente. Conviene invitarles a que progresivamente ellos asuman el contenido de la agenda de las sesiones siguientes, a fin de reforzarles la toma de iniciativas.

La terapia se desarrolla en un contexto donde el terapeuta y el paciente forman un equipo de colaboradores. Por tanto, es muy importante que la persona mayor deprimida se considere partícipe de todo el proceso de terapia, para que no se vea sólo como un receptor pasivo de las "charlas" del terapeuta y realizador "obediente" de las tareas que el terapeuta sugiere. Esto es especialmente importante entre los pacientes de edad avanzada.

Hay que recordar que algunas de las ideas frecuentes entre esta población son que "ellos ya no cuentan para nada, que ya no son nadie, que no cumplen ninguna función en la vida", etc., creencias que pueden quedar reforzadas si el terapeuta no tiene en cuenta las observaciones anteriores.

Cuando los tratamientos se realizan en grupo, especialmente indicados para esta población, las personas mayores pueden tener una función específica de dar información a sus compañeros acerca de ciertos temas, animándoles o reforzándoles, ayudándoles a reestructurar o a planificar actividades, etc., es decir asumiendo un papel muy activo en su propio proceso de cambio y en el de los otros.


g) El terapeuta debe cuidar especialmente el no hacer juicios de valor, juzgando moralmente el comportamiento del paciente o de los otros significativos. La función del terapeuta es:

1. Ayudar a recrear su conducta o de la conducta de los otros y sacar a la luz los motivos que mueven a los seres humanos.

2. Ayudarle a tomar y a ejercer la conciencia y que la fuerza de la propia conciencia impulse el cambio enla vida cotidiana.

Esto es importante especialmente en los casos, frecuentes, en los que las personas mayores deprimidas piden al terapeuta que juzgue a otras personas, miembros de su familia, vecinos, u otros significativos, buscando que el terapeuta sea su aliado en un enfrentamiento con algunas de ellas.

Hay que claramente en estos casos cuáles son los problemas y cuáles pueden ser las soluciones a éstos, sin entrar en el juego de valoraciones morales que el paciente pide y sin dejar de presentar, al mismo tiempo, el apoyo incondicional que va a caracterizar toda la intervención, pero sin olvidar que apoyarle no significa "darle siempre la razón".


h) Especialmente con la población que muestra depresión el terapeuta debe presentar habilidades de desdramatización y de solución de problemas. Así será menos probable que caiga en el error de pensar que es lógico que su paciente se deprima por las situaciones estresantes a las que se enfrenta y, en consecuencia, reforzar comportamientos depresógenos.

De forma alternativa, hay que implantar habilidades de reestructuración cognitiva, de enfrentamiento al estrés y de solución de problemas. Así, resulta de gran utilidad, utilizar un sentido del humor adecuado, no socarrón ni sarcástico, que ayuda a veces al terapeuta a salir al paso de situaciones difíciles, desdramatizando la interpretación del suceso, y aliviando, en consecuencia, el humor deprimido del paciente. Asimismo, no es recomendable el uso de esta estrategia cuando el paciente no conoce aún el estilo desdramatizador del terapeuta, y/o cuando se sospecha que el paciente puede interpretar este comportamiento del terapeuta como ofensa, desinterés o falta de comprensión de sus problemas.


i) El terapeuta debe ajustar las expectativas de su paciente a sus posibilidades reales de cambio y a la mejoría que se puede obtener con este tipo de intervenciones, sin dejarse llevar por el negativismo que presenta el paciente con depresión pero, al mismo tiempo, no proponiendo metas difícilmente accesibles.

Para terminar, no hay que olvidar que la práctica de las estrategias en el medio ambiente del paciente es un requisito indispensable para la mejoría.

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